importa lo que otras personas digan o piensen. No importa cuán débil y tímido te sientas. Tú, pues, hijo mío, ¡esfuérzate!» Claro está, si su exhortación finalizara aquí, hubiera resultado vana o aun absurda. Decirle a un hombre tan tímido como Timoteo que se esfuerce sería comparable a ordenarle a un caracol que se apure o a un caballo que vuele. Pero el llamado de Pablo a esforzarse no es un llamado estoico sino cristiano. No es el pedido de que Timoteo sea fuerte en sí mismo —cerrar las mandíbulas
Page 56